Cuentos de Grimm: Cuentos infantiles y del hogar
Lista de cuentos (Página 9)
164 Enrique el holgazán
Enrique era muy holgazán, y aunque su trabajo se limitaba a sacar todos los días a pacer su cabra, cada noche, al volver de la faena, decía suspirando: - De veras que es pesado y fastidioso tener que llevar la cabra, un año sí y otro también, hasta muy adelantado el otoño, a pacer al prado. ¡Si al menos pudiera uno tumbarse y dormir! Pero no; hay que estar con los ojos bien abiertos y vigilar que el animal no se escape, no dañe los renuevos, ni salte los setos, ni se meta en los huertos. ¡Cómo pLea la historia →
169 La casa del bosque
Un pobre leñador vivía, con su mujer y tres hijas, en una cabaña situada al borde de un solitario bosque. Una mañana, al salir para su trabajo, dijo a su esposa: - Haz que la chica mayor me lleve la comida al bosque, pues no tendría tiempo de acabar. Y para que no se pierda - añadió -, me llevaré una bolsa de mijo y lo esparciré en el camino. Cuando el sol estuvo muy alto, la muchacha se fue en busca de su padre con un puchero de sopas. Pero los gorriones, alondras, pinzones, mirlos y verderonesLea la historia → 170 Hay que compartir las penas y las alegrías
Érase una vez un sastre gruñón y pendenciero. Por buena, trabajadora y piadosa que fuese su mujer, nunca acertaba a hacer las cosas a gusto de su marido. Siempre estaba él descontento, refunfuñando, riñéndole, zarandeándola y pegándole. Al fin, su conducta llegó a conocimiento de la autoridad, la cual lo hizo detener y encerrar en la cárcel para que se enmendase. Después de pasar una temporada a pan y agua, fue puesto en libertad, bajo promesa de que no volvería a maltratar a su mujer, sino queLea la historia → 178 Cascarrabias
Maese Lezna era un hombre bajito, delgaducho y movido, que no podía estar un momento quieto. Su cara, de nariz arremangada, era pecosa y lívida; su cabello, gris e hirsuto, y sus ojos, pequeños, pero en continuo movimiento. Nada le pasaba por alto, a todo le encontraba peros, sabía hacer las cosas mejor que nadie y siempre tenía razón. Cuando iba por la calle, accionaba con ambos brazos cual si fuesen remos, y una vez dio una manotada al cubo de agua que llevaba una muchacha, con tanta fuerza quLea la historia →